Disfrutar una película desvestida de todo efecto visual, sonoro, música y escenografía suena difícil. Incluso Dogville (Lars Von Trier 2003) no carece de estas cosas para contar su historia, pero cuando sucede que los personajes nos atrapan con su voz y la historia nos conmueve sin más que la actuación, la sensación de que muchas otras películas están sobradas es evidente. Justo porque los buenos actores salvan al cine y ponen en evidencia las carencias de quien se guarda en la tecnología visual, vale la pena recordar el trabajo casi documental de Louis Malle sobre Vanya de Chekhov y dejar un poco al margen las salas con cine de verano. En 1994 el director de cine francés Louis Malle fue invitado a ver un ensayo en un viejo teatro de Nueva York en la calle 42. No sabía en ese momento que lo que estaba a punto de presenciar era el resultado de cinco años de ensayos. Sin vestuario de época, sin escenografía, con vasos desechables y un magnífico teatro que se caía a pedazos, los actores cargaron el peso del texto sobre sus espaldas en un tour de force que lo conmovió al punto de necesitar una cámara que atestiguara la hazaña y la convirtiera en película. Lo hizo sin añadirle mas que un minuto de jazz y la llamó Vanya on 42nd St. -Luis Ramírez - 2012. Los comentarios están cerrados.
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Luis RamírezSobreviviente paranoico Archivados
Abril 2015
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